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Caupolicán Ovalles sigue los pasos de Sucre por tres países
22-08-2018
Por: Fernando Criollo
Para reconstruir los hechos que condujeron al
asesinato del Mariscal Antonio José de Sucre hizo falta recorrer tres países.
Pero no se trata de un peritaje forense o una revisión histórica, sino del
filme ‘Muerte en Berruecos’, dirigida por Caupolicán Ovalle y coproducida entre
Venezuela, Panamá y Ecuador. La historia está ambientada a mediados del siglo
XIX, una década después del asesinato del Mariscal Antonio José de Sucre en la
selva de Berruecos, cuando el capitán Alejandro Godoy descubre que gran parte
del expediente del proceso ha sido destruido y decide, a riesgo de su propia
vida, reabrir el misterioso caso, en busca quizá de una conspiración política
del más alto nivel. Para Ovalles este será su segundo largometraje como
director. En el 2012 estrenó su ópera prima ‘Memorias de un soldado’, sobre la
historia de Braulio Fernández, su participación en la lucha por la
independencia latinoamericana y su amor por Lucía. Uno de los pocos relatos, dice
Ovalles, visto desde la particular visión de un soldado en esos años de lucha.
De esa experiencia a Ovalles le quedó el interés por narrar sucesos históricos
a través del lenguaje cinematográfico. Eso lo llevó a la historia de Antonio
José de Sucre, un personaje a veces olvidado y otras, elevado sobre los altares
del mito heroico. “Creo que hemos llevado nuestra historia a niveles exagerados
de leyenda y tenemos que bajar a nuestros héroes de sus pedestales y ubicarlos
en un lugar más humano”, dice el director que se acercó a este personaje con la
intención de humanizar el mito. Para hacerlo apuntó hacia el thriller como un
género en el que había adquirido experiencia a través de la producción para
televisión y el capitán Godoy sería el personaje encargado de revivir los
acontecimientos. Para el director, la historia de un prócer de la independencia
llevada al terreno de un trhiller policial de época es una forma distinta de
acercarse al espectador con elementos históricos pero también con entretenimiento.
Para la producción, que lleva cinco años en desarrollo, Ovalles se encargó de
reunir a un elenco que incluye figuras como Luis Gerónimo Abreu en el papel del
capitán Godoy o Augusto Nitti, como Sucre. Para el director uno de los
principales retos era que el filme rebasara las fronteras nacionalistas y se
incorporase a la filmografía latinoamericana como una producción internacional.
Por eso, se empeñó trabajar sobre el lenguaje hasta conseguir un acento lo más
neutro posible con el que el espectador de cualquier país de la región se
identifique. Otro de los retos era lograr una adecuada “credibilidad visual” a
partir de una minuciosa investigación que se derivó en una buena dirección de
arte, vestuario, escenografía y maquillaje. Luego de siete semanas de rodaje en
Venezuela, una en Panamá y una más en Ecuador, a mediados de agosto, el
director concluía el registro de imágenes que entrarán en etapa de
posproducción antes de su estreno en salas de cine, a mediados del próximo año.
En Quito la alianza de este filme internacional se estableció a través de
Gonzalo Ponce y la productora GPL Comunicaciones. De Quito, a Ovalles le
interesaba la bien preservada arquitectura con la cual podía recrearse una
parte de la historia. “Quito es una ciudad muy rica en arquitectura histórica
que puede representar muchas de las ciudades hispanoamericanas”, dice asegura
el director. “Quito tenía que hacer un aporte, primero en locaciones de la que
se derivó el acompañamiento creativo y asesoría técnica y logística”, dice
Ponce sobre una producción a la que se sumó debido al interés en llenar ciertos
vacíos históricos que ha dejado la vida de Sucre y la estructura de cine
policiaco de época que propone el director. La semana que la producción
aterrizó en Quito se filmó en icónicos lugares del Centro Histórico como La
Catedral, San Francisco, La Merced, El Panecillo, Cima de la Libertad, San
Diego e incluso en la misma casa de Sucre, que ahora es un museo. Un trabajo en
el que había que adaptarse a los cambios impuestos por la modernidad. “Hay
mucha riqueza visual en Quito que sumadas a las técnicas visuales de
posproducción permiten adaptar la producción a la época que requiere el filme”,
explicó Ponce.